Fundación Promoción Humana
Centro de Estudios Alfredo Ferraresi
El propósito de esta informe es analizar como los avances tecnológicos en la sociedad de hoy día y si estos avances son para lo mejor o si están afectando nuestra sociedad más de lo que la esta beneficiándola.
El futuro
Durante los próximos 20 años se espera que la mitad de los trabajos sean realizados por ordenadores y robots, tal como informa la universidad de Oxford y en la Escuela de Ciencias Económicas de la UNAM, México , en un comienzo se reemplazaran trabajos mas mecanizados como transporte, producción, administración, logística, venta, servicios y hasta la construcción. Luego se continuara reemplazando los trabajos de los especialistas gracias a los avances de la inteligencia artificial, tales como la ciencia, la ingeniería, el arte y la mercadotecnia
La Casa Blanca, en un informe al Congreso, ha puesto la probabilidad en un 83 por ciento de que un trabajador que gana menos de U$S 20 por hora en el 2010 eventualmente perderá su trabajo frente a una máquina. Incluso los trabajadores que ganan tanto como U$S 40 por hora tendrán unas probabilidades de un 31 por ciento de enfrentar esa posibilidad
Criticas y elogios a los avances tecnológicos
Actualmente muchos plantean que la tecnología es una avance para la humanidad, que facilitan los procesos y dan comodidad a las personas, pero no se puede pasar por alto los empleos que finalmente podrían destruir.
Desde la vereda de los científicos se plantea que los robots generarían empleos los próximos años tal como lo destaca la Federación internacional de robótica(IFR) en su texto "El impacto positivo de los robots industriales en el empleo", donde se menciona que en los próximos años los robots generaran entre 2 y 3,5 millones de empleos.
Los más escépticos se muestran desconfiados, observando como en la actualidad la tecnología quita más y más puestos de trabajo, no queda más que esperar el desenlace de este debate que se ha desarrollado durante los últimos años, donde se observara realmente si los robots serán un aporte o una amenaza en los próximos años.
Los defensores de la tecnología afirman que decir que se perderan empleos es un falacia porque "el capital humano que es liberado de las tareas automatizadas puede emplearse en otros puestos de trabajo de mayor cualificación, y por tanto con salarios mayores y mejores jornadas laborales". Dependiendo de el punto de vista que sea analizado, la tecnología puede ser vista como algo positivo o negativo en cuanto a los aportes que hace a la humanidad. Esta crítica, si bien parece válida, en realidad considera implícitamente que todo el trabajo eliminado será reemplazado por trabajo cualificado y mejor pagado, la realidad demuestra que es elimiando mucho más trabajo del generado. De hecho, si todo el trabajo eliminado fuese sustituido por la misma cantidad de trabajo mejor pagado, no tendría sentido la automatización ya que los costes de producción al automatizar una empresa no sólo no se abaratarían sino que se incrementarían.
El desempleo tecnológico
El desempleo tecnológico es un fenómeno del sistema monetario y de mercado en su estado actual que se da cuando los avances en las tecnologías de producción y de servicios se introducen en las empresas, por lo general maquinaria automatizada, y su alto rendimiento y bajo coste a largo plazo en comparación con los trabajadores humanos.
La ventaja diferencial de las formas de producción automatizadas se deben a la reducción de costos vinculado a pensiones, vacaciones pagadas, seguro médico; así como a la capacidad de extender la jornada de producción de turnos limitados a una jornada completa interrumpida sólo para el mantenimiento de la maquinaria.
Está asociado a la necesidad estructural de cualquier empresa de competir con los demás productos reduciendo el coste de producción al mínimo posible y mantener una alta calidad del mismo, para poder producir el producto más barato y de mayor calidad, haciendo posible que sea competitivo. De modo que las empresas que pueden permitírselo, para mantener su competitividad en el mercado global, adquieren sistemas automatizados para competir con los trabajadores humanos de otras empresas o tener ventaja frente a una maquinaria automatizada menos eficiente.
Una reciente investigación de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) concluye que, después de la crisis económica mundial, la tecnología es la primera causa del aumento del desempleo en el mundo. El director de esta Organización, José Manuel Salazar-Xirinachs sostiene que “Los robots, los ordenadores y la automatización incrementan la productividad, pero reducen el potencial de crear empleos del sector manufacturero”. Esto, según el experto, ha llevado a que incluso naciones como Japón hayan registrado un descenso en el número de empleos en este sector a causa de las innovaciones tecnológicas.
Los robots vienen marchando
Los especialistas en temas laborales dicen que hay muchísimos puestos de trabajo que en un futuro próximo serán sustituidos por robots. El fantasma de la automatización acecha a muchos sectores, entre ellos la industria de la construcción, las finanzas, el cine y la prensa, y pone en jaque a un gran número de empleos: cajeros de banco, analistas financieros, obreros y operarios, trabajadores agrícolas, choferes de taxis, periodistas y hasta actores. Allí donde hay tracción a sangre, en un puñado de años podría haber robots mecanizados con forma humanoide o programas de software de inteligencia artificial que, además de ser más efectivos, no piden aumentos de sueldo ni toman café.
¿No estamos ya robotizados?
¿no estamos ya trabajando, incluso viviendo, como robots? Al menos, no hay duda de que cada día estamos más automatizados. La hiperconectividad se encarga de aumentar el número de reacciones automáticas con las que respondemos a los estímulos del teléfono inteligente que llevamos adosado a la mano. Según un estudio de Apple, la gente desbloquea su celular entre 80 y 110 veces al día. Se responde al mail, al WhatsApp, se chequean Facebook, Snapchat, Instagram. La automatización llegó a tal punto que ya ni falta hace el estímulo. Aunque no suene el bip, a cada rato, y en cualquier circunstancia, el ojo busca la palma de la mano. Donde debía estar la línea del destino hoy tenemos un smartphone, puerta de entrada a la promesa sin fin del mundo virtual. En lugar de saciarse, allí la sed se confirma y aumenta."Los estudios demuestran que cada vez somos menos capaces de tolerar el tiempo que estamos a solas con nuestros pensamientos. Necesitamos conectar con nosotros mismos", advierte Sherry Turkle, psicóloga y profesora del MIT al diario El País. "La cultura de estar siempre conectado mina la creatividad de la gente, su capacidad para la soledad, sus relaciones."A los robots no se les pide creatividad, sino efectividad. En el mundo de hoy, ambos valores parecen estar enfrentados. Y disculpen si de joven leí con fervor a Bradbury, a Sturgeon, a Alfred Bester, pero a veces me parece que en estos días la efectividad de la máquina amenaza la creatividad del hombre. Con un agravante: le efectividad es un valor subordinado a un fin ulterior, y aquí una pregunta se impone: ¿qué fin persigue hoy la tecnología? Apelamos a la lucidez de Evgeni Morozov, autor de La locura del solucionismo tecnológico: "Las redes sociales son tan adictivas porque están cuidadosamente diseñadas, y probadas con millones de usuarios, para provocar una dependencia duradera". Morozov habla de capitalismo digital. Cada clic en el celular permite monetizar. Cuanto más se enganche el usuario a las redes, mayor el negocio. Ésta parece ser la finalidad inscripta en la lógica de la Web tal como la conocemos hoy.Si la efectividad es el atributo del robot, lo estamos haciendo bien: los clics sobre la palma de la mano no dejan de crecer. En cuanto a los robots propiamente dichos, yo no sé cuánto tardarán en hacerse efectivamente de nuestros puestos de trabajo, pero lo cierto es que en casi todos los sectores la "automatización" va ganando terreno a medida que la vida digital y la hiperconectividad transforman la manera en que solían hacerse las cosas.
Tecnológias que impulsan los empleos del futuro
Cisco, Pearson, Stanford, MIT, General Electric, Xerox y otras tres universidades y compañías tecnológicas anunciaron el Consorcio Internacional de Talento, (CIT) a través del cual dirigirán esfuerzos para crear nuevas especialidades en carreras enfocadas a tecnologías de información y formar personas para satisfacer la demanda de empleos de un futuro hiperconectado.
Empleos como Científico de Datos, Broker de Nube, Analista de Ciberseguridad, Evangelista de Necesidades del Consumidor Digital y Arquitecto de infraestructura de nube, serán algunos de las plazas que las industrias de energía, manufactura o retail requerirán para satisfacer las necesidades del mercado digital, explicó la vicepresidenta de servicios generales de Cisco, Jeanne Beliveau-Dunn en conferencia de prensa.
“Necesitamos un cambio radical en los conocimientos y habilidades de la gente de TI para poder hacer crecer a las empresas y hacerlas competitivas. Necesitamos renovar la currícula”, dijo.
De acuerdo con datos de Cisco, actualmente en el mundo hay una carencia de oferta de ingenieros especialistas en ciberseguridad; se necesitarán 1 millón de ingenieros de este tipo a lo largo de los próximos cinco años además de 2 millones de especialistas en comunicaciones e informática mientras que la demanda de científicos de datos se elevará 40%.
La ejecutiva dijo que actualmente existen 2.4 millones de especialistas certificados en el mundo para operar tecnologías de información en la industria, cifra que esperan duplicar a lo largo de los próximos cinco años para satisfacer las demandas a través de programas de certificación para distintas marcas. “Las compañías deben entender que el talento es la nueva moneda de cambio para que las compañías logren ser exitosas en el futuro”, dijo la ejecutiva de Cisco.
Crecer ya no significa crear empleo
Erik Brynjolfsson y su compañero Andrew McAfee llevan el último año y medio argumentando que los grandes avances tecnológicos son los responsables del bajo crecimiento de empleo de los últimos 10-15 años. De corroborarse su hipótesis, tanto la teoría económica como las políticas gubernamentales deberán ser repensadas. Así destruye empleo la tecnología, según el MIT Technology Review. El avance tecnológico hace saltar las alarmas: ¿cuánto empleo puede destruir?.El futuro, de acuerdo con estos académicos, se presenta negro para muchos trabajadores de cuello blanco. Las innovaciones tecnológicas van introduciéndose en cada vez más campos: manufacturero, minorista, eclesiástico, derecho, servicios financieros, educación, medicina...En algunos sectores, la entrada de robots, nuevo software o máquinas que sustituyen a personas es más que evidente desde hace muchos años. Pero la teoría de Brynjolfsson y McAfee va más allá: creen que el cambio tecnológico está destruyendo empleos más rápidamente de lo que los está creando, contribuyendo al estancamiento de los ingresos medios y fomentando la desigualdad en EEUU. No lo han estudiado, pero creen que lo mismo sucede en otros países tecnológicamente desarrollados.La clave de este fenómeno está en la productividad, uno de los indicadores favoritos de los economistas a la hora de medir el crecimiento y la creación de riqueza.Brynjolfsson gusta de utilizar un gráfico que muestra como el crecimiento de la productividad y del empleo iban de la mano durante muchos años después de la Segunda Guerra Mundial. El patrón era simple: las empresas generaban más valor de sus empleados, lo que suponía que el país en conjunto se volvía más rico, fomentando la actividad económica y creando más empleo.
Sin embargo, a partir del año 2000, los caminos empezaron a divergir, con la productividad aumentando de manera robusta al mismo tiempo que el empleo languidecía. Para el año 2011, la brecha ya era significativa, mostrando que el crecimiento económico ya no generaba un incremento paralelo del empleo. Brynjolfsson y McAfee lo llaman "el gran desacomplamiento", y aseguran que la tecnología es la fuerza detrás de este cambio de paradigma.
Como analiza el MIT Technology Review, esta teoría es alarmante, ya que amenaza la fe que tienen la mayoría de los economista en el progreso tecnológico. Los autores creen que la tecnología tiene beneficios, ya que mejora la productividad y hace más ricas a las sociedades, pero al mismo tiempo alertan de su lado oscuro: elimina la necesidad de muchos tipos de empleo y además deja a estos trabajadores en una situación mucho más precaria que antes.
Brynjolfsson apoya su teoría con otro gráfico que muestra como los salarios medios siguen cayendo incluso aunque el PIB se dispare. "Es la gran paradoja de nuestra era", asegura. "La productividad está en niveles récord, la innovación nunca ha sido tan rápida y al mismo tiempo tenemos una caída de los ingresos y menos empleos. La gente se está quedando atrás porque la tecnología avanza tan rápido que nuestras habilidades y nuestras organizaciones no son capaces de seguirla".Ambos no se consideran luditas. De hecho, sus críticos aseguran que son demasiado optimistas con los avances tecnológicos. Brynjolfsson se defiende asegurando que cuando empezaron a escribir Rage Against The Machine, el libro de 2011 en el que se explica su teoría, querían explicar los beneficios de las nuevas tecnologías. Sin embargo, durante su investigación descubrieron que esas mismas tecnologías estaban reduciendo la demanda de muchos tipos de empleados humanos.
Un cambio sutil pero de gran escala
Las tecnologías a nivel industrial tienen efectos evidentes, e incluso los nuevos avances, como el coche sin conductor de Google, anticipan que el salto podría suceder en los próximos años. Y es que todavía está por explotar un cambio menos dramático, pero que puede tener un impacto mucho mayor en el empleo: el de los servicios profesionales.Tecnologías como la web, la inteligencia artifical, el big data y la mejora analítica, todas ellas hechas posibles gracias al incremento de la capacidad de los ordenadores, están automatizando muchos tareas rutinarias. Incontables trabajos tradicionales de cuello blanco, como en correos o servicios de atención al cliente, han desaparecido. Es lo que W. Brian Arthur, investigador en el Xerox Palo Alto Research Center y exprofesor de Stanford, llama "economía autónoma".El cambio es mucho más sutil que la idea de robots haciendo trabajos humanos: engloba "los procesos digitales en relación con otros procesos digitales y creando nuevos procesos", permitiendo que todos nosotros hagamos muchas más cosas con menos gente, haciendo que sus empleos se queden obsoletos, explica Arthur."Las versiones digitales de inteligencia humana" están sustituyendo cada vez más incluso esos trabajos que una vez parecía que necesitaban de humanos. "Va a cambiar cada profesión de una forma que apenas todavía hemos visto", concluye Arthur.McAfee, un entusiasta de las tecnologías, es pesimista sobre el futuro y no cree que los empleos que se están destruyendo vayan a volver. De hecho, cree que irá a peor y seguirá creciendo la desigualdad en las próximas décadas. "Me gustaría equivocarme, pero una vez que se desarrollen todas esas tecnologías de ciencia-ficción, ¿para qué se necesitará a la gente?", concluyo.
La interacción entre trabajo, capital y tecnología
La revolución de la informática ha dado lugar a una nueva relación entre trabajo, capital y tecnología. ¿Cómo se regulará el mercado laboral en una era de procesos productivos automatizados?Una de las paradojas más interesantes del desarrollo económico de las últimas décadas se resume brevemente: el diferencial en el grado de desarrollo económico entre países disminuye. O, dicho de otra manera, la brecha Norte-Sur y Oeste-Este se acorta, cambia de forma y se transforma. Sin embargo, las desigualdades dentro de los países aumentan. Y lo hacen, en algunos casos, de manera exorbitante. Tanto en el Sur como en el Norte. Se trata quizá de una de las cuestiones de análisis e investigación más interesantes para la ciencia económica actual.Pero, ¿qué sucede? Dos libros editados en el último año ayudan a sentar las bases y responder a esta y otras preguntas relacionadas. Y, sobre todo, ayudan a entender los cambios tectónicos que está experimentado la relación entre tres factores clave: trabajo, capital y tecnología. Es en esa intersección, más que en cualquier otro sitio, donde encontraremos algunas de las respuestas a la doble y paradójica realidad en la que los países se vuelven más iguales entre sí al tiempo que se vuelven más desiguales por dentro. Contradictoria y paradójica realidad que será fundamental para entender no solo la estructura del mundo que viene, sino también, una de las luchas políticas clave de la primera mitad del siglo XXI: la interacción entre trabajo, capital y tecnología; o cómo se gestionará el reparto de la riqueza en la “segunda era de las máquinas”.El primero de esos libros, de los economistas Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee (ambos del MIT), se titula justamente así: The Second Machine Age: Work, Progress, and Prosperity in a Time of Brilliant Technologies. Es un intento por poner en perspectiva histórica el cambio de modelo de producción provocado por la adopción masiva de la informática. Más aún: el cambio de modelo de producción provocado por la informatización de buena parte de las herramientas del trabajo.“Los ordenadores y otros avances digitales”, advierten Brynjolfsson y McAfee, “están transformando el poder mental –la habilidad de utilizar el cerebro para entender y afectar el ambiente que nos rodea– de una manera similar a la forma en que la máquina de vapor y sus descendientes cambiaron el papel de la fuerza humana bruta”. La tesis de los economistas es sencilla pero contundente: así como la máquina de vapor desató una serie de transformaciones que al cabo de varias décadas cambió la estructura de producción y las características del trabajo manual, la informática y las máquinas están provocando un efecto similar que transformará la estructura del conocimiento y, por tanto, la forma en que se divide y remunera el trabajo en el siglo XXI.El punto de inflexión se produjo cuando las transformaciones de la revolución informática alcanzaron lo que en economía se conoce como network effect. Es decir, cuando una nueva tecnología alcanza una escala suficientemente amplia que fuerza la creación de estándares que la institucionalizan. Y ello, a su vez, provoca que la tendencia se refuerce. A lo largo de las últimas tres o cuatro décadas, los avances tecnológicos impulsados por la informática han ido ganando terreno hasta convertirse en tecnologías ubicuas presentes en casi todos los eslabones de la cadena productiva. Miles de millones de personas conectadas a una misma red; dispositivos móviles permanentemente conectados; sensores omnipresentes produciendo datos de innumerables fenómenos, que van desde la meteorología hasta la cantidad de personas que pasan por un sitio determinado.Lo que comenzamos a ver en la segunda década del siglo XXI son los efectos económicos y políticos de la transformación. Desde cómo se tasa el valor añadido (y cómo se reparte) en esta nueva forma de producción económica hasta qué significa y dónde se establecen los límites de la privacidad individual en una época en que los rastros digitales de la mayor parte de nuestras acciones quedan registradas en bases de datos de compañías privadas sin regulación.La escala que ha alcanzado la penetración de las nuevas tecnologías en el tejido económico está dando paso a lo que los autores llaman “posibilidades recombinatoriales”. Es decir, nuevas e inusitadas posibilidades de reorganizar y combinar de formas muy distintas procesos de producción que no se habían alterado en mucho tiempo. En jerga tecnológica, se trata de lo que habitualmente se conoce como disruption. O, dicho de otra manera, lo que una compañía como Amazon ha hecho en el mundo de los libros y la distribución de inventarios físicos; Google en el mundo de la información y la publicidad; Apple en el mundo de la música y la telefonía móvil; y, en una de las manifestaciones más recientes de esta tendencia, Uber con los taxis y el transporte privado. Eslabones en la cadena de producción de valor añadido que aunque no son puramente nuevos, sí modifican sustancialmente el orden de la organización económica previa.Según Brynjolfsson y McAfee, la producción económica en la segunda era de las máquinas depende sobre todo de cuatro factores fundamentales: propiedad intelectual, capital organizacional, producción de contenidos por parte de usuarios y capital humano. El capital financiero y la propiedad de las máquinas, como podemos constatar, se dan ya por descontados. O, al menos, son desplazados por otras características de la producción que cobran mayor protagonismo.Como botón de muestra, esta comparación: Apple, con una capitalización en bolsa que gira en torno al medio billón de dólares, tiene 60.000 empleados. Boeing, el gigante aeroespacial, con una capitalización en bolsa de alrededor de 95.000 millones, tiene casi el triple de empleados que Apple. O un caso aún más extremo, Facebook: 165.000 millones de capitalización bursátil con solo 3.500 empleados.Es justamente por esto que la reglas del juego tendrán que cambiar. Y ello necesariamente pasa por la política –o debería ser un imperativo moral que lo hiciera–. ¿Cómo se distribuirá la renta en un paradigma en el que cada vez menos personas contribuyen a los procesos más lucrativos? ¿Cómo se regulará el mercado laboral en una era de procesos productivos automatizados? ¿Cómo conseguir que el juego se mantenga nivelado y que la igualdad de oportunidades y el acceso no se bloqueen? Y, tomando en cuenta las enormes diferencias sociales que este modelo necesariamente generará, ¿qué papel y qué políticas asumirá el Estado para gestionar la brecha?Lo que nos lleva al segundo libro. Este del economista de la George Mason University, Tyler Cowen. Titulado Average Is Over: Powering America Beyond the Age of the Great Stagnation, el texto intenta poner en perspectiva la salida de Estados Unidos de la gran recesión. Sobre todo desde el punto de vista de la producción económica y los retos que vienen.Cowen aporta dos ideas clave para entender cómo la transformación del modelo productivo terminará por traer importantes consecuencias políticas. La primera gira en torno a lo que denomina las cognitive elites. Unas “élites cognitivas” nuevas y más sofisticadas. Unas élites que ya no solo controlan conocimiento y capital. Controlan también la intermediación entre humanos y máquinas. Es decir, además de la importancia que durante siglos ha tenido el control del conocimiento como factor determinante del acceso y la distribución de la riqueza, en la segunda era de las máquinas la habilidad para trabajar con ellas e hibridar procesos será fundamental.El valor añadido de muchos procesos productivos surgirá fundamentalmente de la capacidad de crear amalgamas entre conocimiento humano y algún tipo de proceso informático paralelo. Dicho de otra manera, el valor añadido vendrá de saber codificar parte de ese conocimiento en tareas que se puedan repetir y escalar. Que no tiene nada que ver con el delirio de la falsa noción de la inteligencia artificial. Cowen la llama “inteligencia mecanizada” y es la segunda aportación importante del libro. Las máquinas nunca conseguirán “pensar”, como algunos futuristas despistados sugieren; lo que sí hacen muy bien es mecanizar incontables tareas para las que la inteligencia humana está menos capacitada. Y, en la medida en la que esos procesos híbridos consigan mecanizar más y más tareas, las máquinas –y el conocimiento gestionado por ellas– cobrarán mayor protagonismo. Su omnipresencia en tantos ámbitos de la vida económica está dandopaso al diseño de procesos sumamente complejos en los que se divide nítidamente aquello para lo que los humanos son mejores (lo cualitativo) y lo que se puede automatizar con máquinas (tareas repetitivas en el ámbito de lo cuantitativo). La cuestión fundamental será cómo hibridar estos procesos y tasar y repartir los beneficios en ese modelo de producción (“las compañías”, advierte Cowen, “tendrán a su alcance herramientas para medir con opresiva precisión la fuente del valor económico”).Cowen apunta hacia un futuro de la producción caracterizado por unos pocos que sabrán hacer esta conexión entre conocimiento y máquinas y, muy por debajo de ellos, mayorías que tendrán que adaptarse a un mundo laboral mucho más cambiante e inestable. Una especie de ahuecamiento de la parte central y menos especializada del mercado laboral que degradará la calidad y remuneración de ese tipo de trabajos (aquí podemos incluir a todas las profesiones, desde contables y gerentes bancarios, hasta periodistas –no hacen falta tantos–, gestores, comerciales y muchos otros empleos en el sector de servicios). El reto político consistirá en crear puentes entre esos dos extremos y no permitir que el primer grupo adelante demasiado al segundo.Tanto The Second Machine Age como Average is Over se pueden leer como manuales paralelos que ofrecen una explicación preliminar de la paradoja sobre la que hablaba al comienzo. Nunca antes en la historia de la humanidad se había avanzado tanto en generar riqueza y sacar de la pobreza a millones de personas. El avance científico, el perfeccionamiento de la técnica y un sistema capitalista que, como decía Churchill de la democracia, de todos los sistemas económicos probados hasta ahora, es el menos malo. Con diferencia. Todo ello ha contribuido sin embargo y en paralelo, a que los retos políticos surgidos a partir de estas transformaciones se multipliquen y diversifiquen. Ya no se trata solamente de gestionar la relación entre trabajo y capital.El quid de la cuestión, cada vez más, será cómo se reparten estos beneficios. Bradford DeLong, otro economista con experiencia en el asunto, se preguntaba recientemente: ¿Nos estamos beneficiando todos de esta nueva forma de producción económica? “Solo algunos afortunados, aquellos que saben combinar pensamiento innovador con perspicacia financiera, han conseguido capturar hasta ahora las rentas de estos nuevos procesos de producción”. Y las perspectivas, al menos en la trayectoria actual, no parecen alterar la tendencia: “los gerentes y empleados administrativos –la fuerza laboral que mantiene en movimiento a la maquinaria corporativa global, y hasta hace poca la columna vertebral de la clase media– ya no son esenciales. Muchas de sus habilidades, que durante mucho tiempo les garantizaron estatus, profesión y forma de ganarse la vida, se están convirtiendo en redundantes”.El problema fundamental no es tanto la transformación en sí misma, como la incapacidad para adaptar la estructura del empleo y las reglas del juego a esta nueva realidad. Sí, sin ninguna duda estamos produciendo más que en cualquier otro momento de la historia. El problema es que no sabemos cómo tasar y repartir esa producción. Y eso, a diferencia de lo que se suele pensar, no es ni un problema de oferta, demanda o de mecanismos del mercado. Es, fundamentalmente, un problema político.Desde hacía algún tiempo había cobrado mayor importancia el papel del conocimiento y la especialización. Ahora, en la segunda era de las máquinas, no solo su importancia se profundiza, surge una nueva forma de intermediación entre conocimiento y procesos informáticos automatizados que transformará el escenario económico. La gran pregunta se vuelve entonces cómo y con qué rapidez conseguiremos reaccionar políticamente Brynjolfsson, McAfee y Cowen hacen una magnifica primera aproximación de ese mundo que viene.
La educación en la segunda era de las máquinas
La inteligencia artificial, en tiempos confinada en la esfera de la ciencia ficción, está cambiando nuestras vidas. Los coches se están conduciendo a sí mismos. Se están programando los aviones no tripulados para la entrega de paquetes. Las computadoras están aprendiendo a diagnosticar enfermedades. En un libro reciente, los economistas Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee consideran que esos avances recientes son ejemplos del comienzo de lo que llaman “la segunda era de las máquinas”.
El propio nombre –la primera era de las máquinas fue la Revolución Industrial– indica un cambio transcendental y, si hemos de creer las predicciones, esos avances tecnológicos podrían tener consecuencias profundas para nuestra forma de vida.
Un pronóstico común es el de que, a medida que cada vez más robots avanzados substituyen a trabajadores, el costo de la mano de obra resultará menos importante y la manufactura volverá a los países ricos. Otro es el de que unas máquinas cada vez más inteligentes reducirán la demanda de aptitudes avanzadas y, en consecuencia, la ventaja económíca de contar con dichas aptitudes disminuirá.
La primera de esas dos hipótesis sigue siendo inverosímil, pero hay pruebas de que la segunda ya ha empezado a hacerse realidad, con consecuencias graves para la forma como las economías modernas han intentado afrontar las amenazas de la mundialización.dentro de poco tiempo, la tecnología nos permitirá resolver problemas de maneras altamente originales, así como realizar sofisticadas intervenciones a gran escala en los ámbitos de la política, la cultura y la vida cotidiana. La tentación de la era digital es la de arreglar todo –desde el crimen y la corrupción hasta la polución o la obesidad– por medio de estrategias digitales de cuantificación.
Sin embargo, una vez que los dilemas políticos y morales más profundos y persistentes se transformen en cuestiones no controvertidas y fácilmente manejables por medios tecnológicos, ¿qué resultados tendrá este “solucionismo”? ¿Sabemos acaso cómo nos afectará? Si cambiamos las motivaciones de nuestro comportamiento cívico y moral, es probable que cambiemos también la naturaleza misma de dicho comportamiento. Con el argumento de que necesitamos con suma urgencia una manera nueva de debatir las consecuencias morales de las tecnologías digitales, La locura del solucionismo tecnológico nos advierte sobre las trampas y los peligros de la fantasía, no tan lejana, de un mundo de eficiencia sin fisuras.
'La locura del solucionismo tecnológico', de Evgeny Morozov
La locura del solucionismo tecnológico es un libro de Evgeny Morozov , Morozov no es un analfabeto digital. Es Schwartz fellow en la New America Foundation, fellow en el Instituto para la Diplomacia de la Universidad y profesor en el Open Society Institute de Nueva York, además de contar con decenas de artículos sobre tecnología en diversos medios, como Newsweek, The Wall Street Journal, Herald Tribune o Le Monde.Nos podemos tomar el libro de Morozov de dos formas. La primera es como una extraordinaria recopilación de información a propósito de lo más puntero del ámbito de internet, que sin duda expande las fronteras de todo lo que creíamos saber. Por el otro, como una especie de advertencia frente a tanto entusiasmo tecnológico.Para Morozov, la tecnología es importante, pero no todo puede solucionarse con la tecnología. Y, a menudo, cuando los tecno-optimistas ofrecen sus recetas, éstas adolecen de una falta de análisis elemental de la situación, siempre compleja, de la sociedad que interactuará con esa solución. Para Morovoz, las recetas tecnológicas, en términos generales, son simplonas y suelen obviar los efectos secundarios adversos. Por ejemplo, al analizar el tema de la educación, Morozov es muy crítico con la tecnología: internet, Wikipedia y los MOOC´s son excelentes transmisores de datos, de información en bruto, pero ello dista mucho de parecerse a una educación, a la educación crítica y las herramientas para aprender a pensar mejor que disponen los profesores tradicionales. La locura del solucionismo tecnológico es un excelente libro para reflexionar críticamente sobre todos los avances tecnológicos que se nos avecinan, y sobre todo para estar preparados para los efectos adversos o las exageraciones de algunos vendehumos. Porque, a veces, hay que ver las cosas desde el otro punto de vista.